COLUMNA DE OPINIÓN N°5
Autor: VRAC|
Transitando hacia el júbilo
Carmen Pérez Ormeño |
Emprender la ruta de la vida académica provoca ilusión, curiosidad, sueños e incertidumbre frente a lo desconocido. Es además un desafío lleno de sentimientos, emociones, estados sicológicos que aparecen y desaparecen en el continuo caminar por la academia y que, de una u otra forma se reviven al término de la actividad docente, investigativa, de vinculación y gestión realizada en la universidad a la que entrega a diario su quehacer en pro del cumplimiento de su compromiso con la sociedad.
En algún momento de la vida académica y luego al cumplir cierta edad, te informas o se te anuncia por medio de una fría carta que reúnes las características para acogerte al retiro voluntario con incentivos económicos fijados por ley de la república.
La recepción de esta displicente carta es el primer encuentro con la real edad alcanzada, que te recuerda que, por ley, formas parte del grupo etario “adulto mayor”. Es la gatilladora de disyuntivas como continuar o retirarse, preferir el amor y la pasión por el quehacer laboral o tu anhelo de libertad, de tiempo para el ocio, el descanso y el disfrute de la vida con la familia y los amigos. Es la generadora de dilemas entre la situación económica percibida o futura, entre las satisfacciones intelectuales de la labor académica o la incertidumbre económica futura, entre el estado de salud y tranquilidad personal o el desgaste laboral.
La decisión final del retiro laboral o jubilación sea en el ámbito académico o en cualquier otro espacio laboral, es un momento crucial en la vida del ser humano. Por ello, este proceso requiere de una preparación anticipada, formal, sistemática, orientada principalmente hacia aspectos emocionales, legales y económicos, que la universidad debiera considerar en un futuro cercano. El tránsito hacia el júbilo requiere prever lo que vendrá en materia de salud y economía para que el retiro sea un verdadero júbilo.
El retiro laboral voluntario en la academia merece reconocimiento, consideración y participación. En este sentido, la UTEM conserva al académico la casilla electrónica asignada como funcionario y permite a quien lo requiere la continuidad como socio del Servicio de Bienestar de Personal. No obstante, sería interesante idear e implementar un proyecto de vinculación académica y social entre la universidad y sus académicos y académicas retirados, con el fin de promover un vínculo significativo que trascienda la vida laboral activa.